A los estudiantes de la 'Academia de Negocios, Finanzas y Derecho' de la Escuela Secundaria Catedral se les pide que escriban y firmen las Palabras de Honor para cada trabajo importante, examen o presentación. Es simple y directo: "Prometo mi honor que no he dado ni recibido ninguna ayuda no autorizada en este examen." Esta práctica es más que una formalidad; es un compromiso con la excelencia académica, el crecimiento a través de la participación activa y el valor inherente: los principios que valoramos como comunidad.
Me di cuenta de esto mientras calificaba trabajos durante el fin de semana largo. El jueves, tres de mis cinco clases hicieron exámenes, y me impactó la frase común escrita a mano, con la caligrafía única y hermosa de cada estudiante, jóvenes unidas en una visión compartida. Mientras aprendemos como comunidad, la autosuficiencia y la capacidad personal son vitales para un verdadero desarrollo. Las Palabras de Honor refuerzan la idea de que cada estudiante es responsable de sus propios esfuerzos y logros. Es un paso hacia la madurez y la dedicación, ya que asumen la responsabilidad de su trabajo y del proceso de aprendizaje.
Al internalizar estas lecciones, los estudiantes se alinean con los ideales de rigor académico. Más allá de los libros, esta base de integridad les ayudará a enfrentar futuros desafíos, no solo como estudiantes, sino como mujeres para el mundo. Mantener las Palabras de Honor fomenta la confianza, el respeto y un compromiso con la excelencia, cualidades que son esenciales tanto dentro como fuera del aula.
Con cada promesa, fortalecemos los lazos de nuestra comunidad y iluminamos el camino hacia un futuro mejor.
¡Arriba CHS!
Sr. Doyle
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Students in Cathedral High School's 'Business, Finance, and Law Academy' are asked to write out and sign the Honor Code for every major paper, test, or presentation. It is simple and direct: "I pledge my honor that I have neither given nor received any unauthorized aid on this exam." This practice serves as more than just a formality—it’s a commitment to scholarly excellence, growth through active participation, and inherent worth: the values we hold dear as a community.
I was reminded of this as I graded papers over the long weekend. Thursday, three of my five classes completed exams, and I was struck by the common refrain written out by hand, each student’s penmanship uniquely beautiful, young women united in a shared vision. While we learn as a community, self-reliance and personal agency are vital for true development. The Honor Code reinforces the idea that each student is responsible for her own efforts and achievements. It’s a step toward maturity and devotion, as they take ownership of their work and the process of learning.
By internalizing these lessons, students align themselves with the ideals of academic rigor. Beyond the books, this foundation of integrity will help them navigate future challenges, not just as students, but as women for the world. Upholding the Honor Code fosters trust, respect, and a commitment to excellence—qualities that are essential both within and beyond the classroom.
With each pledge, we strengthen the bonds of our community and light the way to a brighter future.
CHS means business!
Mr. Doyle