Día de los Difuntos y el Corazón de la Educación Católica
Cuando llega noviembre, el aire fresco y las hojas caídas crean una sensación de quietud y un ambiente misterioso, casi de otro mundo. A medida que la naturaleza se acerca al invierno, recordamos la fragilidad de la vida y el misterio de la muerte. Este fin de semana, la Iglesia celebra el Día de los Difuntos, un momento en el calendario católico para reflexionar sobre aquellos que han pasado antes que nosotros. Pero esto también plantea una pregunta: ¿Es la idea del alma solo un vestigio de una época menos sofisticada y menos científica? ¿No tememos todos, en cierto nivel, que la muerte sea el fin de todo lo que conocemos?
Tomás de Aquino nos enseña que el alma es la "forma" o la energía que da vida al cuerpo. Nuestra capacidad para comprender conceptos abstractos, como los principios matemáticos en los negocios y las finanzas, es una prueba de la naturaleza inmaterial del alma, que nos conecta con lo eterno. Además, podemos pensar en nuestra alma como un plano de nuestra existencia, que Dios recuerda para resucitarla en un nivel superior. ¿Cómo respondemos a esto? ¡Llenemos nuestras mentes y nuestros corazones! Nuestra búsqueda de la verdad es el núcleo de la educación católica, donde aprender no es solo sobre hechos, sino sobre buscar lo eterno.
Las consecuencias prácticas de esta comprensión son profundas. La larga cinta azul de Cathedral High School se extiende desde 1905, pasando por las aulas de hoy, hacia un futuro glorioso. Estamos conectados no solo con nuestros antepasados, sino con todas las personas de fe que nos han precedido. Aunque han dejado esta vida, no han desaparecido. Unidos a Dios, permanecen conectados a todo lo que Él ama, incluyéndonos a nosotros. Imaginen lo cerca que están el Cielo y nuestros seres queridos, especialmente cuando recibimos el Santísimo Sacramento. En esos momentos, la barrera entre esta vida y la próxima se vuelve casi transparente.
En una escuela católica, cuando llenamos nuestras mentes con conocimiento y buscamos la Verdad, nuestras almas se llenan de amor. Aprendemos a ver más allá de lo material y a abrazar lo eterno, lo que finalmente nos guía hacia Dios. Este es el regalo de la educación católica: preparar no solo la mente, sino el alma, para una vida eterna.
¡Arriba CHS!
Sr. DoyleAll Souls Day and the Heart of Catholic Education
As the calendar turns to November, cool air and crisp, falling leaves, create a sense of stillness and a haunting, other-worldly feel. As nature turns toward winter, we are reminded of life's fragility and the mystery of death. This weekend, the Church celebrates All Souls Day, a moment in the Catholic calendar to reflect on those who have passed before us. But it also raises a question: Is the idea of a soul merely a holdover from a less sophisticated, less scientific age? At some level, do we not all fear death as the end of all we know?
Thomas Aquinas teaches that the soul is the "form," or animating energy, of the body. Our ability to grasp abstract concepts, such as the mathematical principles of business and finance, is evidence of the soul’s immaterial nature, linking us to the eternal. Further, our soul can be thought of as a sort of blueprint for our existence, remembered by God to be resurrected at a higher pitch. How do we respond? Let us fill our heads and fill our hearts! Our pursuit of truth is at the core of a Catholic education, where learning is not just about facts but about seeking the eternal.
The practical consequences of this understanding are profound. The long blue ribbon of Cathedral High School stretches from 1905, through today’s classrooms, and into a glorious future. We are connected not only to our ancestors but to all people of faith who have come before us. Though they have passed from this life, they have not disappeared. United to God, they remain connected to everything He loves, including us. Imagine how close Heaven and our loved ones truly are, especially when we receive the Blessed Sacrament. In those moments, the boundary between this life and the next becomes almost transparent.
In a Catholic school, when we fill our minds with knowledge and seek Truth, our souls are being filled with love. We learn to see beyond the material and embrace the eternal, which ultimately guides us toward God. This is the gift of a Catholic education—preparing not just the mind, but the soul, for a life that is eternal.